Este post es sobre nuestra primera experiencia visitando una antigua mina de fosforita. Nunca nos habíamos planteado visitar alguna mina así que por casualidad nos movíamos por la zona del Geoparque Villuercas-Ibores-Jara, provincia de Extremadura donde promocionaban ésta visita guiada como uno de los sitios de interés geológico (o también denominado geositio).

La Mina Constanaza esta justo a la entrada del pueblo de Logrosán, a unos 30 km de la ciudad de Guadalupe, aunque no está muy bien señalizado su acceso. Abandonada desde 1946 nos recuerda el pasado minero de sus habitantes, cuando se trabajaba en ésta contaba con de 9-12 niveles y galerías (hasta más de 200 metros de profundidad). En la actualidad solo se visita los dos primeros niveles (llamado el Pozo María).

El pueblo Logrosán está dentro del parque y por allí pasan dos rutas de senderismo (ó vías verdes) muy conocidas, el Camino Natural de Las Villuercas y la Vía Verde de las Vegas del Guadiana.

Destacan otros lugares de interés como es la Ermita de la Virgen del Consuelo, patrona del pueblo y muy querida por los lugareños … y que desde allí se pueden contemplar un precioso paisaje lleno de encinas, tan típico de la región. También el Cerro de San Cristóbal donde se cuenta que están los primeros orígenes del pueblo, con importantes restos arqueológicos que datan de muchos años y donde había una antigua mina de estaño.

La mina Constanaza es principalmente de fosforita, mineral bastante escaso y solicitado porque su uso principal es para enriquecer los fertilizantes o abonos. Quizás alguna vez haya oído hablar de los famosos Abonos Mirat (Salamanca) o la Fábrica de Fosfatos de Logrosán .

Antes de acceder a la mina, hay un Centro de Interpretación de la Mina, donde se explican como es la geología de la zona y los filones existentes. Hay una breve explicación de cómo es el proceso de extracción del mineral, cómo era la vida de los mineros que trabajaron allí (condiciones laborales, enfermedades propias de ese trabajo, sueldos, uniformes o instrumentos de trabajo).

Dentro del centro está recreado un pequeño laboratorio con accesorios originales (donados por antiguos trabaja dores) donde se explica todo el proceso desde que se extraía el mineral hasta la obtención del superfosfato.

Equipados ya con nuestro casco como auténticos mineros nos dirigimos al otro lado de la carretera desde el Centro de Interpretación de la Mina para acceder a las galerías. Un moderno ascensor nos va bajando a las profundidades, a unos «dos niveles» del nivel de tierra de 10 en total que tiene la mina.

Ya dentro de la mina, nos muestran un «antiguo candil de mineral inflamable» que usaban originalmente los mineros para iluminarse. Y por cierto, muchos trabajadores tuvieron problemas de la vista por estar expuestos a esa luz tan intensa y tener que forzar la vista allá abajo.

No falta en la entrada un pequeño altar a la Virgen con su imagen, unas flores artificiales y resguardada entre los conocidos «candiles de pico-pato», por su forma peculiar parecida a este animal.

Las galerías actuales mantienen sus «estructura original» aunque han sido reforzadas con arcos de acero para evitar accidentes o desprendimientos. Se accede a la galería con elementos de protección (cascos), se realiza un tramo a pie y el otro,  en un tren minero.

Dentro de las galerías del Pozo María podemos ver cómo se formó tan importante «yacimiento del mineral de fosforita», se aprecia claramente por donde pasa la falla tectónica, como se fueron formando los filones, brechas o geodas de este raro mineral.

Era típico en la mina que hubieran épocas de inundaciones, las lluvias iban creando balsas en las galerías y los trabajadores quienes eran los que más lo sufrían, tenían que estar muchas veces trabajando completamente empapados de agua, también por la intensa humedad del lugar, y por ese motivo se desarrollaron «formaciones de hongos» junto con los filones.

Dentro del recorrido (con guía experto en geología) podemos apreciar las condiciones en las que se trabajaba, antiguamente no habían martillos neumáticos para hacer las perforaciones y poner la dinamita… sino que eran con una especie de barras metálicas que iban abriendo el hueco y dejaban salir los restos del polvo.

De hecho, una de las principales enfermedades que sufrieron los mineros -de siempre- fue la llamada silicosis (mucho más nociva con el posterior uso del martillo neumático) y era debida al exceso del polvillo que tenían que respirar allá abajo.

Recorremos ya el último tramo de la galería visitable en un pequeño trenecito minero que nos conduce hacia el exterior.

Dentro de la actividad que supuso esta mina en pleno rendimiento habían más instalaciones,   se empezó a tratar el mineral «in situ» a causa de los largos recorridos que se hacían hasta las fábricas de fertilizantes o abonos, como por ejemplo la de Salamanca, y que se transportaban durante días en bueyes.

Asimismo hubo un laboratorio y almacenes para resguardar el mineral, la mayoría de las que hacían ese trabajo eran mujeres (quienes lavaban y separaban el material) para su posterior triturado. La actividad de la mina Constanaza fue intensa durante todo su período de explotación, de hecho fue la principal mina de fosfato en los años 20 en toda Europa.

 © TU HOBBIE TU VIAJE
Un Cóctel de Viajes y Hobbies