Si hay un sitio muy recomendado para visitar en la RUTA DEL LOIRA,  ese es el Castillo de Chenonceau.

Lo más interesante de este castillo además de su peculiar «silueta tan reconocible» y sus cuidados jardines es la galería anexa al castillo que descansa sobre el río Cher (un afluente del Loira) y además cuando lo visitas, te vas enterando además de sus curiosas historias y de lo que nos van contando sus paredes. 

Situado en un paraje precioso rodeado de espesa vegetación y el río. Es uno de los castillos más recomendados de la ruta, considerado Patrimonio de la Humanidad (UNESCO) y un buen ejemplo del Renacimiento francés. Después del Palacio de Versalles éste es el 2º monumento más visitado  del país. Y no dudamos por qué. 

Las damas de Chenonceau

Chenonceau se le conoce popularmente como el Castillo de las Damas por sus «moradoras más famosas», una sucesión de mujeres (todas muy diferentes entre sí) que impregnaron, cada una a su manera,  «su propio sello de identidad» al castillo. 

Se respira ese «toque femenino» que le dan las mujeres a cualquier casa que hacen suya. Mujeres famosas, aguerridas, de espíritu fuerte -o débil, pero todas protagonistas de las grandes etapas históricas del país.

En común si que pusieron todo su empeño en preservar este refugio de innumerables conflictos, guerras o ataques externos que sucedían en el país.  En este aspecto las mujeres son menos «bélicas» que los hombres aunque sus «batallas» se libran en otros campos, mucho más sutiles.

El castillo fue construido en el 1.513 por una noble Katherine Briçonnet quién dirigió personalmente las obras del castillo mientras su marido libraba un combate por Italia (Thomas Bohier). Thomas fue Ministro de Finanzas e Impuestos de 4 reyes franceses: Carlos VIII, Luis XII y Francisco I.

Le sucedió una mujer de personalidad, la aristocrática Diana de Poitiers quién se encargó de «embellecer» aún más su castillo, regalo del rey Enrique II.  Éste sitio fue testigo directo del gran amor entre ésta y el rey, era su amante oficial.

A la muerte del rey, su viuda Catalina de Médicis tomó las riendas de su vida y la de sus herederos, del reinado dejado por su marido infiel y se hizo con el castillo. Intentó por todos los medios «borrar cualquier huella» dejada por su archienemiga, Diana de Poitiers y ex-amante de su marido.

Diana fue obligaba a abandonar Chenonaceau para siempre. No pudo regresar nunca más, tenía prohibida la entrada y tuvo que devolver las joyas y regalos con el que el Rey en vida le había obsequiado. Este podría ser perfectamente «el argumento» de cualquier telenovela.

Uno de las mejores aportaciones de Catalina de Médicis fue  la construcción de una galería de 2 niveles cubierta sobre un puente que le confiere ésta especial silueta y singularidad al castillo. Consta de una extensión de largo de 60 metros y ventanales a ambos lados que le dan una especial luminosidad. Su nueva función, un»salón de bailes» inaugurado en 1.577 en honor a su hijo, Enrique III. 

Hay otra mujer –que es la contraparte de las anteriores– quién se sumió en las más profundas de las tristezas, Luisa de Lorena-Vaudémont quién perdió a su esposo Enrique III y se sumió en las más profunda depresión. Resultado, una habitación pintada completamente de negro, pinturas macabras en sus paredes y muchos símbolos religiosos. Da un poco de «yuyu».

Otra persona que se recuerda fue la señora Dupin. Considerada una personalidad del siglo de las luces en Francia. Mujer noble, culta, inteligente y que atraía personalidades muy importantes de esa época como por ejemplo  a Voltaire o Montesquieu.  Se dice que protegió al castillo de los avances de la revolución francesa y sus efectos nocivos.  

Recorrido por el castillo

Antes de entrar al castillo te encuentras con un torreón (Tour des Marques) y luego entras por  la primera planta y encuentras a la izquierda la sala de los guardas (aquí permanecían los soldados encargados de la protección real) y aledaño una bonita capilla (salvada por la señora Dupin, quién la enmascaró como si fuera espacio para guardar solo «leña»).

Sigues el recorrido por esta planta y está la estancia de Diana de Poitiers, más adelante el Gabinete verde (donde se dice que trabajaba Catalina de Médicis quién regente de su hijo y heredero Enrique III y donde tomaba la mayoría de sus grandes decisiones)

Desde aquí se accede «por detrás» a la galería sobre el río, que consta de 2 niveles. En la primera planta es una preciosa galería diáfana (con suelos ajedrezados) y el segundo nivel está habilitado actualmente como museo con importantes obras (Rubens, Tintoreto, Murillo, Correggio, Primatice, etc) y algunas tapicerías de Flandes del s. XVI, repartidas por todo el castillo.

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Os proponemos que una vez vista la galería del primer nivel bajar a la zona de las cocinas. Están construidas sobre los pilares que sostiene al castillo y al bajar parece que allí se «detuvo el tiempo». Encuentras despensas, un horno de pan, todo tipo de útiles y las cocinas para cocinar.

Subiendo al nivel 2 te encuentras con varias estancias, dormitorios o salas de estar utilizadas temporalmente por reyes o nobles conocidos. Nombradas por ejemplo como las estancias de Francisco I, Luis XVI, Habitación de las 5 reinas (homenaje a las 2 hijas y 3 nueras de Catalina de Médicis: la Reina Margot, Isabel de Francia, María Estuardo, Isabel de Austria y Luisa de Lorena), entre otros.

Durante la II Guerra Mundial el castillo fue ocupado por los alemanes y se convirtió en un improvisado hospital de campaña (toda la zona de la galería) que se recuerda en un edificio anexo al castillo con originales fotos de la época. 

Como curiosidad en todos los aposentos del castillo te encuentras decoraciones y arreglos florales que reponen al menos 2 veces/semana. Se plantan y cuidan con mucho cariño en un jardín cercano para tal fin.

Jardines 

Hay dos jardines famosos en las afueras del castillo de dos de sus moradoras más relevantes, el jardín de Diana de Poitiers y el de Catalina de Medicis. Cada uno con su estilo, como sus dueñas. Y desde ahí es donde puedes hacerte esa famosa foto del castillo con su peculiar silueta. 

En algunos de los castillos de la ruta se suelen ver como cuidaban al detalle sus jardines, los exteriores al castillo que también ocupaban buena parte del ocio de reyes y aristócratas. En Chenonceau hay un laberinto donde puedes perderte, todo un espacio con cierto halo de juego y misterio.  

Se ha instalado aledaño un Museo de Cera, homenaje a todas las damas que sucumbieron a los encantos de este sitio. Se pueden dar paseos en sus jardines, comer en el su restaurante (La Orangerie), pasear en barcas por el río Cher en períodos de buen tiempo, ver sus cuadras o visitarlo de noche cuando está iluminado. 

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CHENONCEAU, EL CASTILLO DE LAS DAMAS

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