Tenía sentimientos muy encontrados con mi viaje a la India. Sabía que no me iba a pasar desapercibido como país o destino turístico por las grandes contradicciones que lo envuelven. No sería el típico viaje de ver monumentos, disfrutar de paseos o de su gastronomía; este era diferente, era un viaje más emocional, vivencial.

Taj Mahal, una de las joyas del país

Fuerte Amber en Jaipur
Las opiniones sobre el país son de lo más variopintas. Unos viajeros hablan bien, lo adoran, lo aman, se quedan enganchados; otros en cambio no quieren volver a verla en la vida. Eso si, es como los grandes amores, o se aman o se odian, no hay términos medios.
Un país en vías de desarrollo, de los llamados «países emergentes» por lo mueve su economía, y a su vez, tiene un alto grado de pobreza, de la más «extrema» que yo había visto en mi vida. Son desarrollados para algunas cosas, y para otras, siguen la tradición y sus modos de vida casi que «a rajatabla».

Pobreza en las calles, Nueva Delhi
Con tantas incertidumbres aterrizamos a Nueva Delhi, una ciudad que no se bien como definirla. La primera impresión de todo el país se te queda con esta ciudad, te percatas que la India es un país de impacto. Los occidentales no estamos preparados para viajar aquí sin que no nos remueva algo por dentro.
Primer impacto, contaminación ambiental de campeonato. Si no lo ves, no lo crees. Una densa capa de una niebla blanca que llega a ras de suelo recordándote que estas pisando una de las ciudades mas contaminadas del planeta.
Segundo, contaminación acústica que por momentos te aturde, te deja K.O. No iba preparada para tal grado de ruidos y pitos. Allí no se conduce con ninguna regla, la única regla que hay es «pitar» y que valga de referencia a todo lo que se «mueve alrededor» ya sean transeúntes, buses, rickshows, vacas.
Hay un chiste local que para ser conductor de un rickshaw te hacen faltan tres cosas: tener buenos frenos, un buen «pito» y … muy buena suerte.
Y que decir de los olores, buenos, malos, regulares, nuevos, provocadores, repelentes. Y así como es de intensa su gastronomía, muy especiada, con mucho sabor y del que mi pobre sistema digestivo se resintió casi de inmediato.

La vaca, animal sagrado
Luego tus ojos empiezan a vislumbrar la realidad del país. Escenas de todo tipo, personas caminando por las calles o la ciudad, viandantes, gente muy pobre o de la mayoría que vive en la calle. Se ven vacas pululando por todas partes, niños y mujeres -muy femeninas ellas y coloridas con sus saris- desfilan ante ti dándote ese amplio abanico que puedes encontrarte a lo largo del país.

Indias en Fuerte Rojo, Agra

Mujeres y niños en el campo, Alwar

Tareas cotidianas
Para que engañarnos algunas imágenes que ves son muy duras. Ni en nuestras peores pesadillas. Si fueras una persona muy «idealista» intentarías ayudar a todos, borrar toda desigualdad, auxiliarles como fuera desde el primer impulso. Pero la realidad supera cualquier ficción que te hayas imaginado y así te quedas como paralizado viendo estas escenas, como un simple «espectador» de una realidad que no es la tuya.
Los indios tienen formas de ser, actuar, ver la vida que sinceramente no se parecen a tus costumbres habituales, a tu percepción de la vida y eso lo percibes en todo momento. En general son personas pacificas (o al menos de puertas para afuera), no se inmutan ni con nada ni con nadie y a mi parecer están «hechos de otra pasta». Cualquier situación de peligro, caos, etc serian razones suficientes para nosotros los occidentales nos deprimamos. Ellos no.
Sin embargo ellos no parece que se alteran por nada, se toman las cosas con mucha más tranquilidad o la torean como buenamente pueden. Quizás tengan genéticamente incorporado esta manera de ser -o lo han «mamado» desde su nacimiento. Ayuda a pensar que quizás son ayudados por «alguien muy superior».

Altar dedicado al Dios Ganesha, mitad hombre y mitad elefante
Dioses, esa es otra realidad de la India, hay casi más dioses que personas. En cualquier rincón del país contemplas un altar dedicado a quien sea el dios que ellos adoran, p.e dioses como Visnú, Brahma, Krishna, Shiva, Ganesha, Deví… todos con sus particularidades, vehículos o avatares que incluso necesitas varios meses para llegar a asimilarlos o entenderlos.
Tienen muchas funciones (p.e ahuyentadores de obstáculos, de inteligencia y sabiduría), otros conforman una triada en el universo (el creador, el preservador o el destructor). Pero un denominador común, les vale.

El famoso tridente
De repente todo cobra sentido, te das cuenta que este país gira en torno a su propio universo, sus propias historias, leyendas, preceptos o tradiciones de miles y miles de años y que aún hoy día siguen vigentes.
Se te pasa por la cabeza como es posible que sus vidas actuales sean de esta manera y se convierta en lo más normal y cotidiano. Lo analizas sin juzgarlo, sin criticarlo, ni intentar cambiarlo; si ellos lo aceptan, simplemente nosotros también.
Uno se pregunta después de varios días en el país:
¿Nos acostumbraremos a vivir esta realidad?
Creo que nadie puede aceptar «como algo normal o corriente» ver a gente pasándola mal, con miles de dificultades, muchos viviendo en condiciones de extrema pobreza. Sin embargo es su realidad y ellos la aceptan… solo creo que hay otra vida «más digna» posible. A este tipo de cosas uno nunca se acostumbra.
Quizás sorprenda el grado de miseria que hay en todas partes pero tambien percibes que la gente es solidaria entre si; comparten tés y conversación (los típicos massala chai), hay comedores comunitarios o templos (p.e jainistas, sijs) que ofrecen comida gratis, muchas ONG que operan dentro del país que intentan ofrecer una mejor vida (sobretodo a los niños con educación y comida). Entre todos proponen un mundo mejor.

Templo Sij en Delhi, hay comida para todos
A pesar de todos los pesares, los impactos vividos (en nuestros 5 sentidos), de nuestra «percepción» de la realidad (real o no) lo que te llevas al final de este viaje en tu maleta son todas las vivencias que has tenido en el país.
Como es posible vivir sin apenas tener nada, conseguir «miles de sonrisas» de personas que están mucho peor que tu (aparentemente), sentir incluso paz … y enamorarte poco a poco y casi «sin darte cuenta» de un país del que habías leído todo pero nadie te contó que al final terminaría enganchándote, atrapándote en tus redes, enamorándote hasta las trancas.

Pushkar, ciudad sagrada de Brahma
Al final de mi estancia en el país tenía «locas ganas de irme» (quizás de tanta saturación y por el hecho de viajar continuamente «por los extremos») pero ya de regreso a casa, nada más tomar el avión de vuelta a casa … te confieso India que ya te echaba de menos.
© TU HOBBIE TU VIAJE
Un cóctel de hobbies y viajes
Pingback: Pushkar, o como ir a una feria de camellos y no ver ninguno | TU HOBBIE TU VIAJE | Blog de Viajes
Creo que India es de los sitios a los que hay que ir una vez al menos en la vida.
Saludos viajeros María,
El LoBo BoBo
Totalmente de acuerdo Paco.
Es un país que te remueve y abre tu visión de la vida, del ser humano y de nosotros mismos.
Para mi ha sido un viaje muy bueno.
Un abrazo
Hace escasos dos meses que regresamos de allí y no me importaría volver ahora mismo. En Muchas de las sensaciones que muy bien relatas coincido plenamente. Nuestra vida, y más la occidental, en una concatenación de círculos concéntricos. De vez en cuando hay que abrir una ventana; una de ellas, sin duda, es India.
Muy buen artículo, ciudadana!!
Muchas gracias Jose. Pensamos que somos el ombligo del mundo y no vemos otras realidades. India es un país para sentirlo y no volver indiferente. Gracias por comentar. Un saludo!